En todo el proceso de aprendizaje y perfeccionamiento, el ser humano tiene unos mecanismos de toxicidad y contagio energético, pero a la vez posee también los medios naturales de purificación o prevención. Cuando una persona entra en contacto con otras energías, incluso si son tóxicas, sus campos se acoplan y el individuo reacciona a ellas de distintas maneras, empleando sus cuatro elementos físicos y psíquicos para reencontrar su equilibrio.
El Sistema de Equilibrio Anímico que posee el hombre va mucho más allá del sistema inmunológico conocido. El ser posee 'cuatro elementos básicos' que continuamente emplea, tanto para su aprendizaje, como para su ajuste y reequilibrio. Los cuatro elementos son evidentes vistos desde la materia. Somos Fuego pues poseemos mecanismos que nos mantienen a 36º durante toda la existencia. Somos un 70% de agua, como todos sabemos. Somos la Tierra y minerales que sostienen el esqueleto y alimentan la sangre. Somos Aire y oxígeno que mantiene pura toda la mecánica vital.
Sin embargo, desde la visión psicoenergética, el ser humano también tiene:
El elemento Aire para procesar y filtrar sus ideas y pensamientos
El elemento Tierra para procesar y filtrar sus acciones y materializaciones
El elemento Fuego para procesar y filtrar sus pasiones y impulsos
El elemento Agua para procesar y filtrar sus emociones y sentimientos.
El alma tiene un mecanismo de defensa y neutralización para todo lo que le impide avanzar, ascender, expandirse y reencontrar su Esencia lumínica primigenia. Pero lo que le impide su avance mayormente son los virus energéticos (que a menudo son externos, pero también son generados por él mismo). El grado de contagio, infección y toxicidad energética a veces es tan alto que la luz innata que contiene el Ser se ve oscurecida y paralizada.
En el plano energético y psíquico es idénticamente igual que en el plano material. Los virus están en la frontera de la vida: son parásitos celulares pues no tienen capacidad de vida autónoma.
Los comportamientos psicoenergéticos son idénticos. Las ideas, pasiones, emociones y acciones (en estado desmesurado) pueden comportarse como un virus, camuflándose en nuestro ser como si fueran parte de nosotros, hasta el punto que nuestro sistema de protección natural no sepa reconocerlos. Existe una enorme contaminación psicoenergética en el mundo actual, debido mayormente a la manipulación y a los medios de comunicación; siempre ha sido igual, pero hoy las ideas y las emociones se propagan con una rapidez enorme debido a este avance tecnológico comunicativo que es el que expande mayormente los virus energéticos como una plaga.
El código y el programa que contienen muchas de las noticias y programas sobre el terror, la agresión, la guerra, la ira, la competitividad, la manipulación, etc. son virus que entran en nuestro ser, o en las partes susceptibles de nuestra psique (según las vivencias y las memorias anteriores gravadas) y se instalan en nuestro software, modificando nuestro comportamiento habitual, igual que ocurre con el ADN de la célula sana cuando se ha infectado del ADN o programa viral.
Según sea el tipo de virus, dañará más a un elemento que a otro. Escuchar y absorber las emociones conflictivas (y a su vez infectadas previamente) de una vecina, o de un paciente, o la simple conversación telefónica con un hermano que te cuenta su miedo o su tristeza, influencia, altera o infecta a tu elemento Agua.
Si una información escuchada por la radio, televisión o internet, o directamente de un conocido, hace referencia al mundo de los ideales y las creencias (sean políticas, religiosas, filosóficas…) y a la crítica sobre cualquier asunto, será una intoxicación o una infección del elemento Aire.
Si hace referencia a cuestiones pasionales, instintivas, fanáticas, impulsivas (por ej. el acto sexual con personas tóxicas, en cualquier campo) o que de alguna forma amenacen nuestro instinto de supervivencia, se alterará el elemento Fuego.
Y si de alguna forma el tipo de virus es específico sobre los actos, realizaciones y materializaciones de ideas (proyectos, construcciones, actos…) altera el Elemento Tierra. La toxicidad puede llegar a ensuciar e incluso a paralizar cualquiera de los cuatro elementos que intervienen en el aprendizaje y en la protección de dicho aprendizaje.
La clave de todo este asunto es saber que todo, absolutamente todo (desde la visión energética y anímica) es una cuestión de polaridades, de grado y de dosis. Ni demasiado, ni demasiado poco. Todo puede emplearse con la ‘dosis terapéutica’; pero… lo mismo, puede ser usado con la ‘dosis letal’.
La higiene necesaria en estos momentos evolutivos tan delicados para la humanidad, la única terapia preventiva inteligente que cada uno puede hacer, es en primer lugar alejarse o prescindir de situaciones, películas, noticias, lugares o personas tóxicas, simplemente para evitar el contagio. En segundo lugar, hay que educar y aprender a usar la fuerza de la voluntad natural, es decir la Voluntad del Ser (…no la del 'esfuerzo' según un ego o personalidad), para poder prescindir y alejarse coherente y amorosamente, y hacerlo a tiempo, de la presencia de los virus psicoenergéticos en nuestro entorno cotidiano.
En tercer lugar, lo más importante y definitivo es que cada uno individualmente no active ningún elemento tóxico ni con su palabra, ni con los actos, pero tampoco con las emociones, impulsos e instintos. En este terreno, aunque nos parezca que nadie sepa que las emociones tóxicas están dentro de nosotros e intentemos disimularlo, debemos saber que igualmente son campos de fuerza que generan también mucha toxicidad alrededor, aunque no sean explícitos.
Ha llegado ya el momento de madurez para que el ser humano aprenda a usar de forma sana (en su polaridad positiva) la energía de las ideas, las palabras, los actos, los instintos, las emociones.
Namaste.
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